viernes, 16 de mayo de 2008

Otra Visita del Incubus

Desde su ventana soplaba una brisa fría, trayendo los susurros de las hojas y sus persianas, era lo único que se escuchaba.
Su puerta estaba abierta. Cerró los ojos de nuevo y escuchó una voz cerca de su oído. Le dio tanto miedo que no hizo el más mínimo movimiento. La voz había dicho su nombre con un tono severo pero suave.
Después de vencer el pánico abrió los ojos y vio a la ventana. Flotando por el aire, movido por la brisa, entró el como tantas veces lo había hecho antes. Ella se estremeció. Recostado de la pared, la veía a través de la oscuridad, con sus ojos ya bien abiertos, esperándolo con ansia y miedo.
Justo cuando lo iba a llamar él le hizo un gesto para que no hablara. Ella se desvistió en seguida. Mientras, él fumaba algo que producía un humo verde, muy fuerte pero balsámico, que relajaba sólo con olerlo. Siempre recordaba ese olor, era su olor preferido.
Ahí, desnuda, cerró lo ojos y empezó a rozarse el cuerpo. Él se acercó. Estaba desnudo desde que entró, pero su cuerpo era diferente, como el de una escultura. Ella abrió las piernas cuando lo sintió cerca. Su cuerpo era tan caliente, casi ardiendo. Como una lanza de fuego…
Y esas melodías que sólo pueden ser descritas como rock clásico empezaron a sonar desde ella. Sus piernas temblando dictaban el ritmo, que seguía el compás de la intensidad de los movimientos de él. Ella siempre cerraba los ojos y no notaba como partes de él se difuminaban como un vapor muy denso, partes de su cuerpo se quedaban atrás o adelante y lo seguían, mezclándose y separándose de nuevo.
En su mente saltaban imágenes de colores muy fuertes que se mezclaban y daban vueltas, como gotas de colorante en el agua, moviéndose también al ritmo de la melodía. No podía gemir porque la escucharían sus padres, pero sus gritos eran las voces de la música que sonaba en su cabeza.
La música se detuvo de repente. Sin que el se moviera, empezó a retomar intensidad, lentamente, con pequeños períodos de explosión sonora que luego se convertían de nuevo en esa acumulación de fuerzas. Le apretó la espalda, que se deformaba para adaptarse a sus brazos. Clavándole las uñas hacía que saliera de él ese humo verde que tanto le gustaba. La cama se hundía más allá del piso, más allá de la tierra. Abrió los ojos siguiendo la melodía y vio que estaba rodeada de demonios, destellando fuego viéndola. Los bordes de la cama empezaron a incendiarse, el seguía quieto y ella sólo sentía el fuego dentro de ella. La música seguía concentrándose.
Y de improvisto, él se movió. Todos los instrumentos empezaron a sonar muy fuerte y los colores se mezclaban de manera arbitraria (no pudo mantener los ojos abiertos). El se prendió en fuego también, pero ella sólo sentía el mismo calor que antes. Sus uñas le desgarraron toda la espalda y él, sonriéndole, se desvaneció en aquel olor.
Y una música casi celestial empezó a sonar con la que ella abrió los ojos, con sus uñas clavadas sobre el colchón, sus piernas muy estiradas, su mirada puesta sobre el techo, con una sonrisa.
Torció las piernas hacia ella riéndose y vio que era de día. Su madre cocinaba el desayuno en la casa y su padre se había ido ya al trabajo. Cerró los antes de pararse
-Volveré pronto por ti- lo escuchó decir
Sus sábanas estaban manchadas con su sangre.

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